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31.7.09

¿Y LOS CAMPESINOS QUÉ?

Cuando empezamos a subir por esa carretera destapada y empinada, el olor a campo y a frío que respirábamos y el aspecto de los buses que suben y bajan cada hora por allí nos hacían estar más seguros de nuestras suposiciones. Pensamos que íbamos a encontrar al típico campesino de ruana sembrando papa, cebolla, fresas y todas esas cosas que crecen en tierra fría, con vaquitas para ordeñar y luego vender la leche o con gallinas para vender huevos; pero que sorpresa tan grande nos llevamos cuando llegamos a Abreo. La primera vez que fuimos a la vereda eran aproximadamente las nueve de la mañana, y pensamos que a esa hora íbamos a encontrar a los campesinos trabajando en su tierra y con sus animales.

Entramos a la primera casa y nos llevamos la primera sorpresa: ¡la señora de la casa todavía estaba durmiendo! Pacientemente esperamos a que nos atendiera, afortunadamente dimos con una mujer muy amable que nos abrió las puertas de su casa. La segunda sorpresa que nos llevamos fue que doña Gloria, la dueña de la casa, no era ninguna campesina y mucho menos tenía sembrados ni vacas para ordeñar; y como si fuera poco, esa mujer que estaba frente a nosotros, tan ignorante para unas cosas como ella misma nos dijo, fue una de las fundadoras de la empresa que brinda los servicios de salud a las personas con SISBEN en Rionegro. En ese instante la sensación fue común: nos sentimos engañados por nuestros sentidos, porque a pesar de que la casa de Gloria también olía a campo y de que si cerrábamos los ojos podíamos imaginarnos las papas sembradas y las vacas, al abrirlos nos encontrábamos con una casita con poco terreno alrededor y con una mujer que de campesina no tenía ni el nombre, o bueno, tal vez si tenía algo y eso era su forma de hablar, al parecer su expresión favorita es a jue julia, y según ella, su nieta Mariana que estaba enfermita del estómago, tenía, rebote de lombrices.


Otra sorpresa que nos encontramos fue ver cómo en esta vereda existan diferencias sociales tan marcadas, la casita de Gloria, no está revocada, por dentro es oscura, la pintura se está cayendo, y por otro lado, encontramos la casa de doña Diana, ella, es una ama de “palacio” por así decirlo, mamá de tres niñas y esposa de un ingeniero civil y estando en la misma vereda que Gloria y sus nietas vive ostentosamente, tiene carro y su casa-finca es un palacio en comparación con el hogar de Gloria. Sin embargo, hablando con Diana nos dimos cuenta de una especie de estructura social que manejan los habitantes de Abreo en la que los “campesinos” cumplen con el papel de trabajar para personas como Diana y ella, a su vez, desempeña el papel de empleadora, creando un pequeño sistema en el que los unos se valen de los otros para obtener beneficios de sus vecinos. También pudimos notar cómo los mismos “campesinos” que nos encontramos en Abreo nos trataban de forma diferente dependiendo de donde estuvieran, cuando llegamos a las casas de los campesinos y ellos eran los anfitriones nos trataban con familiaridad y nos invitaban a sentarnos a su mesa a compartir un tinto y a hablar, pero cuando estaban trabajando en la casa de Diana y funcionaban como empleados, su trato hacia nosotros se tornaba más formal y cohibido. Es curioso notar los cambios que sufren las formas de relacionarse con los demás dependiendo del lugar en el que estás parado.

Finalmente, haber ido a investigar a los habitantes de las veredas nos ayudó mucho a sacar los prejuicios de nuestra cabeza con respecto a los campesinos, que ya solo son campesinos por el hecho de vivir en el campo y no por su modo de vivir; y con respecto a las personas ricas, pues pensábamos que no nos iban a atender y no fue así, aunque Diana no nos hizo sentar a la mesa a compartir un café, fue muy amable cuando nos recibió y nos permitió entrar a su casa. Creemos que la profe Alba se puede sentir tranquila porque por lo menos aprendimos a desestigmatizar a las personas por el lugar en el que viven.
Keren Florez
Mateo Jurado
Laura Monsalve

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