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6.8.10

A VECES CON LÁGRIMAS. A VECES CON GRITOS

(Primera Parte)

-¡Si seguís con eso te vas de la casa!- esas fueron las palabras que causaron la reacción en mí. Repentinamente, el aire aumentó su densidad y, aunque meteorológicamente estaba haciendo frío, sentí mucho calor, como si mi sangre burbujeara del hervor. Todo era confuso excepto el motivo de esta sensación. Eso estaba claro, se hizo más evidente que nunca. Martillaba. Retumbaba. Hacía eco. Aturdía.

Mi cerebro comenzó a encalambrarse desde las sienes hasta el centro. Apreté la mandíbula. Mis ojos estaban muy abiertos y opacos, no dejaban de señalar a la víctima y eran como flechas que iban directo al corazón de su presa. La juzgaban. Era Imposible parpadear. Mi respiración se volvió lenta, profunda y fuerte. Mi corazón latía lento pero con mucha potencia y cada latido vibraba en mi cabeza. Los brazos tensos. Las manos contraídas. Las falanges comenzaban a dolerme. El abdomen, oscilante por la respiración. Las piernas firmes. Los muslos tiesos. Los pies, mis pies, parecían imantados contra el suelo. Imposibles de levantar. Sentía el cuerpo pesado y rígido.

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